Nuestro cuerpo alberga millones de microorganismos: por cada cuatro células humanas hay una bacteria. En conjunto, forman la microbiota, una comunidad presente no solo en el intestino, sino también en la piel, la boca, los pulmones, la vagina y hasta en las fosas nasales.
La alimentación y el estilo de vida son determinantes para mantener esta microbiota en equilibrio. Una dieta rica en alimentos ultraprocesados o el estrés constante pueden alterar las bacterias beneficiosas y favorecer problemas digestivos, inflamatorios y hasta mentales.
Síntomas como gases, estreñimiento o diarrea recurrente pueden ser señales de un desequilibrio intestinal. Además, factores como el estrés crónico o no respetar los ciclos de sueño (día/noche) también afectan la microbiota, aumentando el riesgo de enfermedades como obesidad, alergias o incluso Parkinson.
Cuando el intestino se inflama y se vuelve permeable, sustancias tóxicas pueden pasar a la sangre y afectar otros órganos, incluido el cerebro, mostrando la estrecha conexión entre intestino, sistema inmune y salud mental.
Aunque hoy existen pruebas para analizar la microbiota y definir tratamientos con probióticos personalizados, no todos los suplementos son adecuados para todas las personas. Tomar el mismo probiótico de forma prolongada puede reducir la diversidad bacteriana, lo más valioso del sistema.
La clave está en mantener un estilo de vida saludable, con una alimentación variada y natural, buena gestión del estrés y descanso suficiente.
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